DE LOS INDIGNADOS ESPAÑOLES

  • No es crisis es estafa
  • Cría ricos y te comerás sus crisis
  • Si no salimos en los periódicos saldremos en los libros de historia
  • Me gustas democracia porque estás como ausente
  • Ya tenemos el sol, ahora la luna
  • El pueblo reflexiona, por eso está en la calle
  • Te oigo quejarte en casa, sal a la calle a que te oigan
  • La única causa de la pobreza es la riqueza
  • Precaución, ciudadanos pensando.
  • Nuestros sueños no caben en vuestras urnas.
  • No somos ilusos somos ilusionistas

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lunes, 16 de marzo de 2009

NÚMERO 38
FEBRERO/MARZO 2009

Operación Plomo Impune

Por Eduardo Galeano

Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.

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Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.

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Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelita usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina.

Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.

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Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa.

No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen.. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.

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Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros.

¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?

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El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica.

Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí.

Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.

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La llamada comunidad internacional, ¿existe?

¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?

Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.

Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.

La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.

(Este artículo está dedicado a mis amigos judíos asesinados por las dictaduras latinoamericanas que Israel asesoró.)


NÚMERO 38
FEBRERO/MARZO 2009

HACE 50 AÑOS ARDIA MATADEROS

Entre las tantas charlas y encuentros que organizamos en los últimos años, los VMC y amigos que participaron siempre recuerdan una que coauspiciamos junto al Centro Cultural Discépolo, con el mítico dirigente gremial del gremio de la carne, Sebastián Borro. Tenía entonces más de 80 años, murió poco después, y nos dio una muestra cabal de lo que debe ser un dirigente gremial, fiel a sus compañeros, sin arrugues ni traiciones, siempre en contacto con los obreros que representaba, en suma un dirigente a años luz de los Barrionuevo, Lezcano, Zanola y tantos otros que pululan desde hace años en el sindicalismo argentino. Sin duda Borro fue un dirigente que formó parte de un grupo importante de luchadores, como él mismo mencionó en la charla: “Jorge Di Pacuale, Agustín Tosco, Amado Olmos, Benito Romano, Atilio López, que no son todos peronistas, pero son todos luchadores que han dejado la familia y su vida en la defensa de los intereses de los de abajo.”

Sebastián Borro, hijo de un libanés, fue delegado general del Frigorífico estatal Lisandro De la Torre -que dio nombre al barrio de Mataderos- durante la larga huelga insurreccional que resistió a su privatización (enero de 1959) así como uno de los principales miembros de la Resistencia peronista. Posteriormente fue diputado nacional electo en las elecciones anuladas por el presidente Arturo Frondizi (1962), participo de la dirección de la CGT de los Argentinos (1968) y del Partido Peronista Auténtico (1975), concejal porteño por el Frente Grande.

Hacia fines de 1958 el gobierno de Arturo Frondizi abandonó rápidamente su retórica de desarrollo industrial nacional para inclinarse hacia una industrialización dependiente del capital extranjero y del imperialismo.

La Argentina ingresaba a una crisis crónica de balanza de pagos y, a cambio de un préstamo del FMI, Frondizi se comprometió a la aplicación de un llamado Plan de Estabilización, basado esencialmente en la liberalización del mercado cambiario, la devaluación del peso y un enorme estímulo a la inversión extranjera mediante rebajas impositivas, permiso ilimitado para remesa de beneficios al exterior, reducción radical de tarifas aduaneras, suspensión de control de precios y restricciones comerciales.

Junto con esto, la congelación salarial, el aumento drástico de tarifas, la reducción del gasto mediante la paralización de la obra pública y el despido de la planta de empleados públicos de 40.000 agentes, además de privatizaciones en el sector petrolero, productivo y de servicios. Está claro, la clásica receta del Fondo Monetario, pero que entonces sonaba novedosa...

La resistencia y la lucha contra ese plan alcanzó su pico más combativo a mediados de enero de 1959, tras la privatización del frigorífico Lisandro de la Torre. El día 17 el ejército, con tanques, desalojó a los obreros huelguistas de la planta. Cientos fueron encarcelados. El pueblo de la ciudad de Buenos Aires protagonizó entonces una heroica gesta tras la toma por sus nueve mil obreros del frigorífico para enfrentar a la privatización ordenada por el gobierno. Los objetivos, los métodos, y la organización propia de la clase trabajadora, arrastró tras de sí al barrio entero, Mataderos, que dependiente de la vida y funcionamiento de la gigantesca fábrica, se plegó en una insurrección popular inusitada, mientras millones de trabajadores participaron de la huelga general de solidaridad, impuesta por el ímpetu y la fuerza de los hechos, a la conducción vacilante de la CGT.

La importancia del Lisandro de la Torre para una política nacional de carnes era inmensa, pues regulaba a todos los demás frigoríficos y permitía al Estado recuperar una gran cantidad de divisas provenientes de su cuota de exportación, a la vez que fijaba el precio al consumo. La fábrica contaba con un sindicato autónomo ganado por una lista peronista de línea dura conducida por Borro, y un poderoso y disciplinado cuerpo de delegados que funcionaba con mandato democrático de asamblea. Los obreros se preparaban para rechazar la privatización. Tenían un contraproyecto para aumentar la productividad y el rendimiento de la planta mediante la adquisición de maquinaria para la utilización y aprovechamiento del sebo, la cerda, la sangre, las pezuñas, etc.

Previendo la posible represión y basados en experiencias anteriores, los obreros organizan la defensa: mantener la caldera encendida para resistir con mangueras de agua caliente; apostar un grupo de obreros para largar la hacienda acumulada si entraban a desalojarlos. Otra comisión visita comercios y vecinos buscando ayuda solidaria. Dos horas después de tomado el frigorífico, decenas de miles de personas rodean la planta en señal solidaria. Durante toda la jornada la fábrica será el centro organizador: estudiantes, vecinos, familiares, comerciantes, todos participarán.

Cuando se desencadena la represión, los piquetes obreros colocados en cada esquina dan la alarma. A la madrugada, veintidós ómnibus cargados de agentes federales se aproximan al frigorífico. La fuerza represiva sumaba 2.000 hombres. Un tanque militar atropella el portón de la entrada y comienzan los bombazos. Más de 6.000 obreros reunidos alrededor del mástil en el patio de la planta, comienzan a cantar el himno nacional. Luego de largas horas de una heroica resistencia, los obreros finalmente serán desalojados.

La huelga quedó en manos de nuevos y jóvenes dirigentes. A pesar de la ausencia de dirigentes de primer nivel, el paro se siente fuerte en todo el país. Fue la primera huelga general por tiempo indeterminado de la historia nacional. Los trabajadores de los frigoríficos privados Swift y Armour se pliegan a la huelga con una combatividad tal que el gobierno sólo pudo detenerla mediante una brutal militarización y represión en toda la zona.

Tras el desalojo, el enfrentamiento se trasladó al corazón del barrio de Mataderos. Durante cinco días, militantes, obreros, vecinos y comerciantes se enfrentaron a la policía ¡y al ejército! en feroces batallas con características de insurrección urbana El barrio vivió una conmoción: en la calle, ¡con las manos!, se levantaron las vías del tranvía. Se hicieron barricadas arrancando el adoquinado, se derribaron árboles, se acumulaba madera, se prendía fuego. Participaba todo el mundo, los obreros, los militantes, los familiares y los vecinos. Inclusive los comercios se adhirieron, porque era una lucha que le pertenecía a todo Mataderos.

Finalmente, toda esta enorme energía será desarticulada. El frigorífico será privatizado a mediados de 1960 y entregado a la CAP (Corporación Argentina de Productores de carne), que lo mantendría durante años con suculentos subsidios del Estado. Más de cinco mil obreros quedarían en la calle y sus dirigentes fueron detenidos.

La represión, el aislamiento y el abandono de la conducción sindical debilitaron al movimiento huelguístico. La burocracia sindical peronista levantó la huelga replegada tras las espaldas del gobierno, temerosa de perder las tibias prebendas cedidas por Frondizi y de la energía con que los trabajadores, arrastrando a la mayoría de los sectores populares, tomaba en sus propias manos la lucha contra el plan de entrega reaccionario y la defensa de lo nacional.

A pesar de todo, el proyecto desarrollista de Frondizi quedó definitivamente en el basurero de la historia, pero la resistencia de los obreros del Lisandro de la Torre permanecerá por siempre en la memoria histórica de los trabajadores argentinos.

Recordando al querido Sebastián Borro, cuando se cumplen cincuenta años de la toma, recordamos una de las tantas luchas de nuestro pueblo.

A.P.


NUMEROB 38
FEBRERO/MARZO 2009

LAS RATAS

Hoy: Felipe Solá

El placer de la adaptación, la acomodación o directamente el acomodo. Parafraseando a Nicolás Guillén, el gran poeta cubano: si hoy neoduhaldista, ayer menemista, luego duhaldista y después kirchnerista (sólo por un tiempo, ojo!).

Así son los políticos profesionales del poder. No cambian por principios, sino que juegan a ganador.

Agrónomo de la UBA, secretario de agricultura de Menem, vice gobernador y gobernador de la Provincia de Bs.As., es entre otras cosas el responsable del uso de soja transgénica.

“Los agronegocios, con la soja en primer lugar, son sinónimo de desmontes, degradación de suelos, eliminación de otros cultivos, expulsión de comunidades ancestrales, contaminación y enfermedad”, denuncia desde hace una década el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) sobre el modelo agropecuario vigente y, sobre el glifosato, no tiene dudas: “Arruina plantaciones para autoconsumo, mata animales y envenena familias ancestrales. Es un desastre sanitario silenciado, donde los ejecutores son los sojeros, pero con la complicidad de la dirigencia política y el Poder Judicial”.

El avance del monocultivo se produjo en la década del ’90, cuando el entonces secretario de Agricultura de Carlos Menem, Felipe Solá, autorizó la siembra de semillas modificadas genéticamente y el uso intensivo de glifosato. En 1997, en la Argentina se cosecharon 11 millones de toneladas de soja transgénica y se utilizaron 6 millones de hectáreas. Diez años después, en 2007-2008, la cosecha llegó a los 47 millones de toneladas y abarcó 17 millones de hectáreas. Fue política de Estado de todos los gobiernos.

El cultivo desplazó al trigo y ya ocupa la mitad de la tierra sembrada del país.

Hoy hechos como los de Tartagal muestran adonde pueden llegar los desmontes de bosques, producidos por los capitalistas de la soja -como el senador provincial de Salta Olmedo-, A esto hay que añadirle los peligros del uso de los agentes tóxicos como el glifosato.

Pero Solá además es corresponsable de la masacre de Avellaneda, donde fueron asesinados los compañeros Kosteki y Santillán. En los primeros momentos después de la Masacre, Solá felicitó y avaló públicamente el accionar del comisario Fanchiotti, quien era en última instancia funcionario del gobierno provincial que él conducía. Tal como lo declaró el ex Cabo Acosta el 31 de mayo de 2005 en el contexto del juicio por la Masacre, Solá no sólo había felicitado al ex Comisario sino que incluso le había prometido “tramitar su pase a otra dependencia” para que “no quedara expuesto” después de los crímenes. Fanchiotti ya había hablado de las felicitaciones del gobernador aquella misma tarde del 26 de junio, aunque no había hecho referencia al ofrecimiento de traslado. Pero una vez aparecidas las fotografías Felipe Solá debió cambiar su discurso. Se paseó entonces por los programas de TV y atendió los llamados de todas las radios reforzando la teoría que señalaba a Fanchiotti como un “psicópata, un demente”. El gobernador fue así uno más entre los funcionarios que aseguraron que las muertes respondían a una supuesta interna de los propios piqueteros para luego desdecirse y pretender minimizar los hechos reduciéndolos a la responsabilidad de un policía enloquecido.

Ahora se presenta como una cenicienta, que nada tuvo que ver con el reciente pasado en la provincia de Buenos Aires. En fin, ya los conocemos.

Pueden cambiar de camiseta, pero no pueden cambiar de mañas. Todo lo que hacen lo hacen para provecho propio y de quienes los sostienen. No tienen nada que ver con la gente sencilla, con el pueblo. En definitiva, dan asco.

Fuente: Internet Argentina Arde A.L.