DE LOS INDIGNADOS ESPAÑOLES

  • No es crisis es estafa
  • Cría ricos y te comerás sus crisis
  • Si no salimos en los periódicos saldremos en los libros de historia
  • Me gustas democracia porque estás como ausente
  • Ya tenemos el sol, ahora la luna
  • El pueblo reflexiona, por eso está en la calle
  • Te oigo quejarte en casa, sal a la calle a que te oigan
  • La única causa de la pobreza es la riqueza
  • Precaución, ciudadanos pensando.
  • Nuestros sueños no caben en vuestras urnas.
  • No somos ilusos somos ilusionistas

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lunes, 16 de marzo de 2009

NÚMERO 38
FEBRERO/MARZO 2009

HACE 50 AÑOS ARDIA MATADEROS

Entre las tantas charlas y encuentros que organizamos en los últimos años, los VMC y amigos que participaron siempre recuerdan una que coauspiciamos junto al Centro Cultural Discépolo, con el mítico dirigente gremial del gremio de la carne, Sebastián Borro. Tenía entonces más de 80 años, murió poco después, y nos dio una muestra cabal de lo que debe ser un dirigente gremial, fiel a sus compañeros, sin arrugues ni traiciones, siempre en contacto con los obreros que representaba, en suma un dirigente a años luz de los Barrionuevo, Lezcano, Zanola y tantos otros que pululan desde hace años en el sindicalismo argentino. Sin duda Borro fue un dirigente que formó parte de un grupo importante de luchadores, como él mismo mencionó en la charla: “Jorge Di Pacuale, Agustín Tosco, Amado Olmos, Benito Romano, Atilio López, que no son todos peronistas, pero son todos luchadores que han dejado la familia y su vida en la defensa de los intereses de los de abajo.”

Sebastián Borro, hijo de un libanés, fue delegado general del Frigorífico estatal Lisandro De la Torre -que dio nombre al barrio de Mataderos- durante la larga huelga insurreccional que resistió a su privatización (enero de 1959) así como uno de los principales miembros de la Resistencia peronista. Posteriormente fue diputado nacional electo en las elecciones anuladas por el presidente Arturo Frondizi (1962), participo de la dirección de la CGT de los Argentinos (1968) y del Partido Peronista Auténtico (1975), concejal porteño por el Frente Grande.

Hacia fines de 1958 el gobierno de Arturo Frondizi abandonó rápidamente su retórica de desarrollo industrial nacional para inclinarse hacia una industrialización dependiente del capital extranjero y del imperialismo.

La Argentina ingresaba a una crisis crónica de balanza de pagos y, a cambio de un préstamo del FMI, Frondizi se comprometió a la aplicación de un llamado Plan de Estabilización, basado esencialmente en la liberalización del mercado cambiario, la devaluación del peso y un enorme estímulo a la inversión extranjera mediante rebajas impositivas, permiso ilimitado para remesa de beneficios al exterior, reducción radical de tarifas aduaneras, suspensión de control de precios y restricciones comerciales.

Junto con esto, la congelación salarial, el aumento drástico de tarifas, la reducción del gasto mediante la paralización de la obra pública y el despido de la planta de empleados públicos de 40.000 agentes, además de privatizaciones en el sector petrolero, productivo y de servicios. Está claro, la clásica receta del Fondo Monetario, pero que entonces sonaba novedosa...

La resistencia y la lucha contra ese plan alcanzó su pico más combativo a mediados de enero de 1959, tras la privatización del frigorífico Lisandro de la Torre. El día 17 el ejército, con tanques, desalojó a los obreros huelguistas de la planta. Cientos fueron encarcelados. El pueblo de la ciudad de Buenos Aires protagonizó entonces una heroica gesta tras la toma por sus nueve mil obreros del frigorífico para enfrentar a la privatización ordenada por el gobierno. Los objetivos, los métodos, y la organización propia de la clase trabajadora, arrastró tras de sí al barrio entero, Mataderos, que dependiente de la vida y funcionamiento de la gigantesca fábrica, se plegó en una insurrección popular inusitada, mientras millones de trabajadores participaron de la huelga general de solidaridad, impuesta por el ímpetu y la fuerza de los hechos, a la conducción vacilante de la CGT.

La importancia del Lisandro de la Torre para una política nacional de carnes era inmensa, pues regulaba a todos los demás frigoríficos y permitía al Estado recuperar una gran cantidad de divisas provenientes de su cuota de exportación, a la vez que fijaba el precio al consumo. La fábrica contaba con un sindicato autónomo ganado por una lista peronista de línea dura conducida por Borro, y un poderoso y disciplinado cuerpo de delegados que funcionaba con mandato democrático de asamblea. Los obreros se preparaban para rechazar la privatización. Tenían un contraproyecto para aumentar la productividad y el rendimiento de la planta mediante la adquisición de maquinaria para la utilización y aprovechamiento del sebo, la cerda, la sangre, las pezuñas, etc.

Previendo la posible represión y basados en experiencias anteriores, los obreros organizan la defensa: mantener la caldera encendida para resistir con mangueras de agua caliente; apostar un grupo de obreros para largar la hacienda acumulada si entraban a desalojarlos. Otra comisión visita comercios y vecinos buscando ayuda solidaria. Dos horas después de tomado el frigorífico, decenas de miles de personas rodean la planta en señal solidaria. Durante toda la jornada la fábrica será el centro organizador: estudiantes, vecinos, familiares, comerciantes, todos participarán.

Cuando se desencadena la represión, los piquetes obreros colocados en cada esquina dan la alarma. A la madrugada, veintidós ómnibus cargados de agentes federales se aproximan al frigorífico. La fuerza represiva sumaba 2.000 hombres. Un tanque militar atropella el portón de la entrada y comienzan los bombazos. Más de 6.000 obreros reunidos alrededor del mástil en el patio de la planta, comienzan a cantar el himno nacional. Luego de largas horas de una heroica resistencia, los obreros finalmente serán desalojados.

La huelga quedó en manos de nuevos y jóvenes dirigentes. A pesar de la ausencia de dirigentes de primer nivel, el paro se siente fuerte en todo el país. Fue la primera huelga general por tiempo indeterminado de la historia nacional. Los trabajadores de los frigoríficos privados Swift y Armour se pliegan a la huelga con una combatividad tal que el gobierno sólo pudo detenerla mediante una brutal militarización y represión en toda la zona.

Tras el desalojo, el enfrentamiento se trasladó al corazón del barrio de Mataderos. Durante cinco días, militantes, obreros, vecinos y comerciantes se enfrentaron a la policía ¡y al ejército! en feroces batallas con características de insurrección urbana El barrio vivió una conmoción: en la calle, ¡con las manos!, se levantaron las vías del tranvía. Se hicieron barricadas arrancando el adoquinado, se derribaron árboles, se acumulaba madera, se prendía fuego. Participaba todo el mundo, los obreros, los militantes, los familiares y los vecinos. Inclusive los comercios se adhirieron, porque era una lucha que le pertenecía a todo Mataderos.

Finalmente, toda esta enorme energía será desarticulada. El frigorífico será privatizado a mediados de 1960 y entregado a la CAP (Corporación Argentina de Productores de carne), que lo mantendría durante años con suculentos subsidios del Estado. Más de cinco mil obreros quedarían en la calle y sus dirigentes fueron detenidos.

La represión, el aislamiento y el abandono de la conducción sindical debilitaron al movimiento huelguístico. La burocracia sindical peronista levantó la huelga replegada tras las espaldas del gobierno, temerosa de perder las tibias prebendas cedidas por Frondizi y de la energía con que los trabajadores, arrastrando a la mayoría de los sectores populares, tomaba en sus propias manos la lucha contra el plan de entrega reaccionario y la defensa de lo nacional.

A pesar de todo, el proyecto desarrollista de Frondizi quedó definitivamente en el basurero de la historia, pero la resistencia de los obreros del Lisandro de la Torre permanecerá por siempre en la memoria histórica de los trabajadores argentinos.

Recordando al querido Sebastián Borro, cuando se cumplen cincuenta años de la toma, recordamos una de las tantas luchas de nuestro pueblo.

A.P.


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