CAMILO TORRES
Profeta para nuestro tiempo
Camilo Torres, es quizás el ejemplo mas claro de
la transformación del sujeto surgida a
partir de la decisión de asumir concientemente
la necesidad de vincular lo individual a lo social, aportando a la lucha
colectiva en la consecución de hacer realidad las postergadas reivindicaciones latinoamericanas.
Camilo nació en Bogotá en 1929 en el seno de una
tradicional familia de clase alta y de tradiciones liberales. En 1947 siendo
estudiante de derecho en la
Universidad Nacional de Colombia, decidió sorpresivamente hacerse sacerdote. Ya como
seminarista mostró una temprana preocupación
por la problemática social.
Ordenado en el año 1954, comienza a estudiar
sociología en la imperiosa necesidad de adquirir conocimientos científicos que le permitieran acceder a la plena comprensión
de la problemática de las antinomias sociales.
Con una formación académica moderna, diferente a la
mayoría del clero colombiano, convencional, escolástico y aferrado al partido conservador, en 1956 presenta
su tesis doctoral imbuida de un pensamiento de avanzada comprometido decididamente con la problemática
de los sectores más pobres.
En 1959 fue nombrado capellán de la
Universidad Nacional en un momento histórico donde comenzaba a afianzarse el pensamiento
radicalizado influido por el marxismo y los logros de la joven revolución
cubana.
En 1961, debido a sus constantes trabajos sociales en
áreas marginadas y su compromiso con la lucha de los estudiantes, es confinado
por la jerarquía cardenalicia a una
parroquia de Veracruz. Sin embargo, aún desde el pulpito de un simple párroco,
mantiene una lucha sin cuartel con las autoridades eclesiásticas y civiles
empeñadas en reprimir la protesta social y controlar toda forma de disidencia.
Su compromiso con los desposeídos lo llevaron a la
conclusión de que los cristianos que quisieran el cambio social deberían
trabajar codo a codo con los sectores
que tuvieran los mismos objetivos, e incluso consideraba que la violencia era
lícita en situaciones de rebelión frente a
graves situaciones de injusticia.
Su trabajo como sacerdote en los Llanos Orientales
con los campesinos sin tierra y su posterior participación en la Junta del
Instituto Colombiano de Reforma Agraria, entre 1962 y 1964, terminaron por
convencerlo de la necesidad de
aglutinar fuerzas que permitieran
impulsar las transformaciones que el pueblo requería.
El padre Camilo, decidido ya a impulsar una clara
acción política, lanzó en marzo de 1965, en Medellín, la plataforma de un movimiento
cuyo objetivo era unificar los distintos grupos populares y revolucionarios, y así nació el Frente Unido.
La firme oposición, entre otros, del cardenal Luís Concha Córdoba a sus
actuaciones políticas tiene como resultado la decisión del Consejo Episcopal de
enviarlo al extranjero. Pero la acogida de sus enseñanzas por los sectores más
carenciados y el clima de agitación
política insurreccional, lo convencen de
quedarse en Colombia e indefectiblemente
se ve constreñido a dejar los hábitos.
Entre mayo y octubre de 1965, realiza una incansable actividad
de agitación popular recorriendo el país, participando en múltiples manifestaciones
y encuentros. En esas circunstancias y en torno a la
dirección
del periódico “Frente Unido”, se aglutinan simpatizantes y aliados, en los cuales se incluyen al Partido
Comunista, a los grupos urbanos del ELN,
a marxistas e izquierdistas independientes
y a dirigentes campesinos y sindicales de base.
A pesar de las prohibiciones del estado de sitio las
masas de desposeídos y campesinos sin tierra se reunían, casi espontáneamente, para recibir
su mensaje de lucha y esperanza. Con un
lenguaje llano, popular y sencillo, Camilo ganaba fervientes adhesiones hacia su
innovadora propuesta política.
El fácil éxito de sus primeros actos populares se conjugó paralelamente con una
creciente represión militar que derivó, inexorablemente, en crímenes de líderes populares y matanzas
indiscriminadas de poblaciones.
Un año después del asalto al cuartel de Simacota por
parte del ELN, anuncia públicamente su compromiso con la lucha insurreccional
armada, íntimamente convencido que la
única respuesta a la brutal represión impuesta a sangre y fuego por el sistema expoliador era la lucha frontal desarrollada
en igualdad de condiciones, El 7 de
enero de 1966, Camilo Torres se convertiría en el Cura Guerrillero.
Apenas un mes después, el 15 de febrero, tropas de la
Quinta Brigada le dieron muerte cuando trataba, en el fragor del combate, de apoderarse del fusil de un soldado.
A pesar de que su influencia inmediata fue efímera en
lo político, su impacto ideológico sobre la Iglesia Latinoamericana fue amplio y prolongado. Su ejemplo y enseñanzas
influyeron decididamente en la opción de muchos sacerdotes y religiosos durante
los quince años siguientes, y sus ideas innovadoras marcaron el rumbo de los Teólogos
de la Liberación Latinoamericana.
La inclaudicable honestidad y la
fe carismática, reforzadas por una
muerte que se vivió como un martirio, sirvieron para consolidar su figura
señera y heroica que aún hoy perdura inalterable en el transcurso del tiempo.
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