DE LOS INDIGNADOS ESPAÑOLES

  • No es crisis es estafa
  • Cría ricos y te comerás sus crisis
  • Si no salimos en los periódicos saldremos en los libros de historia
  • Me gustas democracia porque estás como ausente
  • Ya tenemos el sol, ahora la luna
  • El pueblo reflexiona, por eso está en la calle
  • Te oigo quejarte en casa, sal a la calle a que te oigan
  • La única causa de la pobreza es la riqueza
  • Precaución, ciudadanos pensando.
  • Nuestros sueños no caben en vuestras urnas.
  • No somos ilusos somos ilusionistas

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martes, 7 de mayo de 2013


                       FILMAR EL SUFRIMIENTO

El director austríaco Michael Haneke es uno de los pocos realizadores europeos y tal vez (el tal vez tiene que ver con lo poco que llega del cine mundial a nuestro país) del mundo que mantiene desde hace muchos años una obra rigurosa y coherente, tanto en el plano ético como en el estético. Se hizo conocido en la Argentina  con una película estrenada en 2009, “La profesora de piano”, con un trabajo extraordinario de Isabelle Hupert y a partir de allí se estrenaron dos obras de gran excelencia: “Caché” y “La cinta blanca”. Otras películas anteriores  del mismo nivel se pudieron ver en el Bafici y en otras muestras. Haneke provoca en todas sus obras un aluvión de emociones que sacuden y conmueven al espectador sin nunca obnubilarlo o impedirle pensar. Esas historias que en general son demoledoras y provocadoras son también  llevadas con tersura al espectador a través de un lenguaje distanciado, no frio, siempre buscando también el corazón del espectador, que tiene algo en común (reconocido por el propio Haneke) con los preceptos del distanciamiento brechtiano que tanta riqueza artística ha dado tanto al teatro como al cine universales.
Hoy llega a Buenos Aires, “Amour” su última obra interpretada  por dos auténticas leyendas del cine francés , Jean-Louis Trintignant y Emmanuele Riva, que le dan al film si cabe una densidad adicional a un tema doloroso, oscuro, suerte de réquiem final de un matrimonio de amantes de la música que enfrenta, luego de muy pocas y certeras escenas de una vida “normal”, rutinaria, burguesa, de una rara armonía y muy francesa, la aparición de la enfermedad y la muerte cercana.
Un día Anna pierde la conciencia y luego de evitar  - como en general ocurre en las transitadas películas “de enfermos” a las que nos tiene acostumbrado en especial el cine norteamericano-  información innecesaria y en general morbosa, el film se zambulle diáfanamente en un escenario único del que no saldrá hasta el final.  Esa vida llena de respeto, amor y comprensión entre dos seres que sin duda han pasado malos momentos pero los han podido remontar, es puesta a prueba en profundidad. La pareja que ha sabido preservar su intimidad necesita abrirse a nuevas situaciones que son enfrentadas  y llevadas al espectador en detalle con esa capacidad de entomólogo que tiene Haneke  y a la que ya nos tiene acostumbrados. Al austriaco le interesa presentar al espectador cosas que lo hagan pensar, que lo problematicen, lo dice con claridad en un reportaje: “Lo peor que me puede pasar es que el que está viendo mi película sienta que ésta le confirmó alguna certeza”.
Como los grandes intérpretes que son , Trintignant y Riva encarnan magníficamente a sus personajes . La indignación de Georges  ante la degradación física y mental de su mujer e incluso por sus propias limitaciones, es inversamente proporcional a esas miradas cada vez más tenues e idas de Anna.  Haneke cuenta con humor un tanto negro que Trintignant estaba muy mal antes de filmar, incluso llegando a fantasías de suicidio y él  le hizo decir a través de su productora “filmemos primero la película y luego te suicidás, si querés”.  El trabajo soberbio, pequeño tal vez en tiempo pero enorme en intensidad de Isabelle Hupert en el rol de hija que aparece sólo para complicar las cosas, complementa a ese maravilloso dúo cuyas intensas miradas se mantendrán mucho tiempo en nuestras vidas.
La última película de Haneke se asoma al abismo de la vejez y la muerte con los ojos bien abiertos y nos ayuda a enfrentarnos con esa parte esencial de la vida que es la muerte, de la mejor forma posible, también con los ojos y el corazón bien abiertos.
                                                                                           A.P.                                                                                   

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