DE LOS INDIGNADOS ESPAÑOLES

  • No es crisis es estafa
  • Cría ricos y te comerás sus crisis
  • Si no salimos en los periódicos saldremos en los libros de historia
  • Me gustas democracia porque estás como ausente
  • Ya tenemos el sol, ahora la luna
  • El pueblo reflexiona, por eso está en la calle
  • Te oigo quejarte en casa, sal a la calle a que te oigan
  • La única causa de la pobreza es la riqueza
  • Precaución, ciudadanos pensando.
  • Nuestros sueños no caben en vuestras urnas.
  • No somos ilusos somos ilusionistas

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martes, 30 de julio de 2013

                                                      CACERIA DE BRUJAS
Cuando en 1995, los que amamos el cine nos enteramos que en la lejana Dinamarca dos directores cinematográficos, Lars vonTrier  y Thomas Vinterberg, lanzaron un manifiesto que llamaron Dogma 95, que en seguida fue aceptado entusiastamente por otros realizadores daneses y de otros países, tuvimos una sensación contradictoria: no nos gustaba la utilización del término Dogma por las características sectarias y cerradas que en general se le da al mismo, pero  el entusiasmo se mantuvo al conocer el decálogo firmado que contemplaba entre otras cosas la utilización en los films de locaciones reales, sonido directo, sin luces artificiales ni efectos ópticos o filtros, cámara en mano. De alguna manera aparecía como una nueva reacción, muchos años después del neorrealismo italiano, que intentaba volver a un registro de la realidad más honesto y verdadero, sin artificios ni adelantos técnicos como elementos centrales del  lenguaje cinematográfico. Muy pronto el entusiasmo creció al conocer la primera película del Dogma, La celebración de Vinterberg, que tuvo un éxito enorme y recibió premios en todos los festivales, filmada en 1998 y luego, también ese año Los idiotas de von Trier un film perturbador  y provocativo, como todo lo que luego haría el geniecillo danés, del que conocemos muchas otros de sus films, ya fuera del Dogma..
Vinterberg luego no filmaría nada destacable, aunque hay que reconocer que como siempre muchas de sus películas no se vieron en Buenos Aires.  El Dogma se fue deshilachando, aunque llevan su sello unas treinta películas y en 2005 se dio por finalizado su ciclo, en medio de grandes discusiones y reclamos. Ahora tenemos la oportunidad de ver su última obra La cacería, que ya sin Dogmas a cuestas nos presenta una creación tal vez más vinculada con el cine clásico de suspenso tipo Hitchcock, pero de un rigor y una calidad en todos los órdenes que la pone al mismo nivel que su primer film. Hay muchos puntos en común, hipocresías varias, ocultamientos, universos cerrados, en la primera una lujosa casona de la alta sociedad y en la actual un pequeño pueblito y dentro del pueblo un jardín de infantes con maestras, directora y un solo maestro llamado Lucas que es acusado de repente de pedofilia.
¿Cuántas veces hemos oído la frase “los niños no mienten”?  ¿Cuántas veces hemos condenado a una persona sin evidencias concretas de su acción criminal o violenta? ¿Cuántos estamos siempre listos escudándonos detrás de una supuesta superioridad moral, para señalar con el dedo e imponer nuestras “verdades”. En el film de Vinterberg se desarrollan estos interrogantes y más. En nuestro país que permanentemente tiene momentos de fiebre sensacionalista y morbosa por la aparición de maestros abusadores, violaciones, inseguridad  permanente, regodeo de detalles escabrosos (casos  Ángeles y Micaela, entre tantos) tiene una actualidad y una resonancia enormes.
Si bien el tema concreto es el desarrollo minucioso del crescendo de la denuncia y como se va estructurando la misma, siempre en la búsqueda de “lo mejor” para los niños, con mentiras, manipulaciones, “investigaciones científicas” y con supuestos especialistas, que a lo único que apuntan es  a convertir en verdad sus propios prejuicios, falsedades y  engaños, es importante destacar el preciso develamiento en detalle de ese mundo pequeño y perfecto, donde las estructuras sociales y de poder están establecidas con precisión, cada uno cumple un rol ya determinado, los hombres se emborrachan brutalmente, las mujeres aceptan la escapada casi con alegría,  hay ritos iniciáticos medievales, todo esto en medio de la normalidad  burguesa y el “bienestar” que todos hemos comprado y que supuestamente viven los países nórdicos .
Desde ya que esta película no estaría completa sin un grupo de actores extraordinarios, encabezados  magistralmente por Mads Mikkelsen  en el papel de Lucas y la maravillosa creación de la niña Annika Wedderkropp, así  como todos los otros rubros técnicos, fotografía, ambientación, rigor narrativo, etc.  Sólo resta esperar que Vinterberg, con Dogma o sin Dogma nos siga dando muestras de su talento y de su visión microscópica, incisiva y reveladora del mundo que le toca vivir.

                                                                                                                  A.P.

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