CACERIA DE BRUJAS
Cuando en 1995, los que amamos el cine nos
enteramos que en la lejana Dinamarca dos directores cinematográficos, Lars
vonTrier y Thomas Vinterberg, lanzaron
un manifiesto que llamaron Dogma 95, que en seguida fue aceptado
entusiastamente por otros realizadores daneses y de otros países, tuvimos una
sensación contradictoria: no nos gustaba la utilización del término Dogma por
las características sectarias y cerradas que en general se le da al mismo,
pero el entusiasmo se mantuvo al conocer
el decálogo firmado que contemplaba entre otras cosas la utilización en los
films de locaciones reales, sonido directo, sin luces artificiales ni efectos
ópticos o filtros, cámara en mano. De alguna manera aparecía como una nueva
reacción, muchos años después del neorrealismo italiano, que intentaba volver a
un registro de la realidad más honesto y verdadero, sin artificios ni adelantos
técnicos como elementos centrales del
lenguaje cinematográfico. Muy pronto el entusiasmo creció al conocer la
primera película del Dogma, La
celebración de Vinterberg, que tuvo un éxito enorme y recibió premios en
todos los festivales, filmada en 1998 y luego, también ese año Los idiotas de von Trier un film
perturbador y provocativo, como todo lo
que luego haría el geniecillo danés, del que conocemos muchas otros de sus
films, ya fuera del Dogma..
Vinterberg luego no filmaría nada
destacable, aunque hay que reconocer que como siempre muchas de sus películas
no se vieron en Buenos Aires. El Dogma
se fue deshilachando, aunque llevan su sello unas treinta películas y en 2005
se dio por finalizado su ciclo, en medio de grandes discusiones y reclamos.
Ahora tenemos la oportunidad de ver su última obra La cacería, que ya sin Dogmas a cuestas nos presenta una creación
tal vez más vinculada con el cine clásico de suspenso tipo Hitchcock, pero de
un rigor y una calidad en todos los órdenes que la pone al mismo nivel que su
primer film. Hay muchos puntos en común, hipocresías varias, ocultamientos,
universos cerrados, en la primera una lujosa casona de la alta sociedad y en la
actual un pequeño pueblito y dentro del pueblo un jardín de infantes con
maestras, directora y un solo maestro llamado Lucas que es acusado de repente
de pedofilia.
¿Cuántas veces hemos oído la frase “los
niños no mienten”? ¿Cuántas veces hemos
condenado a una persona sin evidencias concretas de su acción criminal o
violenta? ¿Cuántos estamos siempre listos escudándonos detrás de una supuesta
superioridad moral, para señalar con el dedo e imponer nuestras “verdades”. En
el film de Vinterberg se desarrollan estos interrogantes y más. En nuestro país
que permanentemente tiene momentos de fiebre sensacionalista y morbosa por la
aparición de maestros abusadores, violaciones, inseguridad permanente, regodeo de detalles escabrosos
(casos Ángeles y Micaela, entre tantos)
tiene una actualidad y una resonancia enormes.
Si bien el tema concreto es el desarrollo
minucioso del crescendo de la denuncia y como se va estructurando la misma,
siempre en la búsqueda de “lo mejor” para los niños, con mentiras,
manipulaciones, “investigaciones científicas” y con supuestos especialistas,
que a lo único que apuntan es a
convertir en verdad sus propios prejuicios, falsedades y engaños, es importante destacar el preciso
develamiento en detalle de ese mundo pequeño y perfecto, donde las estructuras
sociales y de poder están establecidas con precisión, cada uno cumple un rol ya
determinado, los hombres se emborrachan brutalmente, las mujeres aceptan la
escapada casi con alegría, hay ritos
iniciáticos medievales, todo esto en medio de la normalidad burguesa y el “bienestar” que todos hemos
comprado y que supuestamente viven los países nórdicos .
Desde ya que esta película no estaría
completa sin un grupo de actores extraordinarios, encabezados magistralmente por Mads Mikkelsen en el papel de Lucas y la maravillosa creación
de la niña Annika Wedderkropp, así como
todos los otros rubros técnicos, fotografía, ambientación, rigor narrativo,
etc. Sólo resta esperar que Vinterberg,
con Dogma o sin Dogma nos siga dando muestras de su talento y de su visión
microscópica, incisiva y reveladora del mundo que le toca vivir.
A.P.
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