CARLOS MARX
¡En el
principio fue la acción! Goethe
Estaba muerto.
Sepultado. Fuera de época. “Demodé”
Pero no,
parece que no era así. Parece que sigue vivo en la realidad de las cosas. En
Europa, en América y en todo el mundo.
El hombre que
dijo “nada de lo humano me es ajeno”, que advirtió en 1848 que “un fantasma recorre Europa”, frente al
cual los poderosos del momento temblaban.
El hombre que
descubrió la esencia del trabajo asalariado y de la explotación del obrero por
parte del patrón o capitalista. El que con las palabras “plusvalía” y
¨plustrabajo” corrió el velo místico del
carácter “humanitario” de la propiedad privada sobre los medios de producción,
producto del robo de horas de trabajo impagas a los asalariados.
El que en
1844, hace más de 150 años, nos dice que “la
sociedad es la unidad esencial,
plena del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza,
el naturalismo consumado del hombre y el humanismo consumado de la naturaleza”
. Es decir que el hombre no puede vivir fuera de su relación con la naturaleza,
y hoy frente al glifosato, los pools de siembra que generan transgénicos
cancerosos, que talan bosques solo para obtener pingües ganancias, frente al
hacinamiento de millones de seres condenados a comer basura cobra una
importancia trascendental para el futuro del género humano.
Ese hombre
está más vivo que nunca.
Carlos Marx
nació en Tréveris, Prusia en 1818 y falleció en Londres en 1883. En la
universidad estudió derecho, pero sobretodo historia y filosofía. A
partir de enero de 1842 escribe en el periódico La Gaceta del Rin y luego pasa
a ser redactor jefe. Pero el gobierno reaccionario lo clausura al año
siguiente, luego de someterlo a la censura. Sé trasladó a París con la idea de tomar
contacto con sectores hegelianos de izquierda, pero luego que fuera expulsado
de allí fijó su residencia en Bruselas. Ya estaba casado y en contacto con
Federico Engels, su amigo y compañero de toda la vida.
El 1847 ambos
se afilian a la organización secreta La liga de los Comunistas. En el II
Congreso de la Liga se les encomendó la redacción del Manifiesto Comunista, que
ve a luz en febrero de 1848.
Su condición
de vida como inmigrante en distintos lugares de Europa se hizo muy difícil y de
no ser por la ayuda de Engels no hubiera podido escribir su obra máxima El
Capital (Das Kapital en alemán). Participó y escribió sobre distintos procesos
revolucionarios en Europa, ya que no solo era un teórico sino principalmente un
revolucionario y actuaba como tal.
El Capital
escrito en varios tomos es un análisis profundo y pormenorizado de la génesis
del capitalismo de su época y de su transformación en sistema social dominante
que aún nos rige. En sus trabajos dejó en claro que el capitalismo es solo una
etapa en la historia de la humanidad, que no es un hecho natural que “surge espontáneamente”,
sino que parte de determinadas leyes económicas y que su fin es inevitable. Fue
Lenin quien explica las condiciones sociales para llegar al fin del capitalismo
por medio de la acción revolucionaria que luego llevó adelante, instaurando un
nuevo sistema social, el socialismo, desvirtuado a los pocos años, con su
muerte, por el encumbramiento del estalinismo en la Rusia de principios del
siglo XX.
Marx dejó una
profunda huella, aún vigente y hoy, cuando los agoreros del neoliberalismo de
los ’90 hablaban del fin de la historia y de que el marxismo estaba acabado, la
realidad de la crisis internacional que provocó el derrumbe bancario en EEUU, y
los miles y miles de desocupados en Europa nos muestra que no es así. Como
decía él, la historia se mueve como un topo, a veces no se la ve, pero surca
por debajo, entre raices y rocas, marcando caminos subterráneos, para surgir
donde menos se la espera.
Nuestra
América que fue asolada por sangrientas dictaduras expresó con Mariátegui el
concepto necesario para aplicar aquí, creadoramente, sin copiar, las ideas de
Marx. Dijo el Amauta “el socialismo es creación
heroica de los pueblos”. Toda nuestra historia del siglo XX así lo
certifica y en lo que va del presente siglo, los gobiernos progresistas que hoy
se encuentran en muchos países del continente
pueden ser la puerta necesaria para avanzar hacia una sociedad sin
explotados ni explotadores, sin miseria, hambre, desnutrición y profundamente
democrática.
Solo nos falta que las palabras finales del Manifiesto Comunista
“Proletarios del mundo uníos” se amplíen y los trabajadores fabriles,
campesinos, intelectuales, estudiantes, gente de buena voluntad se unan para
derrotar definitivamente a la lacra que basa su existencia en el robo a los que
menos tienen, las oligarquías locales y el gran capital
No hay comentarios:
Publicar un comentario