Cine
FILMAR EL PENSAMIENTO
En un reciente reportaje, la talentosa
directora cinematográfica alemana Margarethe
von Trotta, confesaba que al emprender la filmación sobre la filósofa
Hannah Arendt, el primer gran obstáculo que encontró fue: “¿Cómo se filma el
pensamiento?”. Podemos responder con absoluta certeza que lo logró plenamente.
La primera y sabia decisión que tomó fue
no enredarse en los complejos amoríos y pasiones con el filósofo alemán Martin
Heidegger y en la consabida y eterna polémica sobre la mayor o menor adhesión al nazismo del rector de la Universidad
de Friburgo.
Hannah
Arendt y la banalidad del mal, la última película
de la directora de Rosa Luxemburgo y Las hermanas alemanas, tal vez sus
mejores realizaciones, por lo menos que se estrenaron aquí , porque como ya
sabemos hay muchos films de muy talentosos realizadores europeos y de otros
continentes que no llegan a nuestro país, se centra exclusivamente en los años
que Arendt en su rol de periodista y
corresponsal del “The New Yorker” cubrió
en Jerusalén el juicio que realizó el Estado de Israel contra el criminal de
guerra nazi Adolf Eichmann, que había sido atrapado ilegalmente en la Argentina
por el Mossad, el servicio secreto israelí. Arendt vivía y trabajaba como
profesora universitaria en Nueva York desde principios de los ’50 y cuando se entera del secuestro
consigue que el director del periódico la mande a Israel para cubrir el juicio
que se desarrolló entre 1961 y 1964. Fruto de esa participación es un
libro clave de la filósofa “Eichmann en Jerusalén –Un estudio sobre la
banalidad del mal”, que se convirtió en un suceso mundial y que provocó
múltiples polémicas y le trajo a la filósofa tantos halagos como maldiciones
tremendas.
Otro de los hallazgos de von Trotta es la
certera utilización de los archivos filmados durante el juicio, que Arendt
sigue junto con el espectador, en los
que un hombre como tantos, un aplicado y ambicioso burócrata al servicio de un
régimen criminal, realizaba, según él explica minuciosamente, tareas
administrativas en el campo de exterminio en el que trabajaba, cumpliendo
órdenes, según declara una y otra vez con atildada circunspección. Arendt
descubrió mirando ese rostro y siguiendo esas declaraciones que Eichmann no era
un monstruo como los jueces y abogados querellantes y todos los diarios del
mundo decían, sino que se trataba de una persona “terriblemente y temiblemente
normal”, un producto de su tiempo y del régimen que le tocó vivir, en suma,
eran seres humanos que se negaron a ser personas. Luego Arendt avanza hacia un terreno muy
peligroso para su vida y su futuro: critica con precisión, una vez obtenidos
los datos del mismo juicio, a los líderes de algunas asociaciones judías, los
Consejos Judios o “Judenrat” que colaboraron con los que dirigían los campos y
si algo faltaba, también señala con dureza la legalidad jurídica del Estado de
Israel para juzgarlo. En vez de defender
incondicionalmente, como buena judía e incluso sionista, a su pueblo, debatió,
investigó, reflexionó y no se calló, plasmó todo en un libro en el que
detallaba cómo las personas comunes se convierten en brutales asesinos,
rechazando los esquemas de explicación simples que no permitan dudar ni
obliguen a reflexionar.
Von Trotta
como siempre en su cine, no camina por el lado fácil, ni sigue recetas
preconcebidas, cuenta con un núcleo de actores de primera, en especial Bárbara
Sukowa, la actriz fetiche de la directora, Axel Milberg como su marido y Julia
Jentsch, entre otros, que desarrollan debates duros y profundos que develan las
ideas que prevalecían en la época y que
siguen manteniendo una validez total en todos los tiempos, inclusive los
de hoy y por supuesto en los debates que atraviesan nuestras actuales peripecias de vida.
Hay que recordar que Margarethe von Trotta
pertenece a un grupo de directores como Volker Schondorf, Rainer Werner
Fassbinder, Wim Wenders y Werner Herzog, que desde la década de los ’70 del
siglo pasado han dado obras originales y sugerentes que nos han conmovido y ayudado a ser un poco mejores como personas.
A.P.
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