Comienzo esta nota con la alegría de haberme
enterado que Lulú, una personita de 6 años, que nació con genitales de varón y
que desde los 2 años se autodefine como nena, logró que tanto en su DNI como en
la partida de nacimiento se le reconozca el sexo y el nombre que ella
eligió.
Sin
duda, más allá de chicanas judiciales, burocráticas, etc., esto es posible gracias
todas las leyes de ampliación de derechos que se han votado en estos años:
Identidad de género, casamiento igualitario, voto optativo para jóvenes de 16
años, prohibición del trabajo infantil, contra la trata de personas etc. Todas
leyes que han sabido abordar los derechos humanos en el sentido más amplio y
que ponen a la Argentina a la vanguardia en la defensa de estos derechos.
Pero
también comienzo esta nota con la tristeza de que en el país siguen muriendo
mujeres pobres por abortos clandestinos, por no tener una ley que respete sus
derechos a decidir sobre sus cuerpos y sobre su decisión de ser madre cuando
ella desee. Por no tener una ley que les
permita abortar de forma legal, segura y gratuita en un hospital con todas las
condiciones de asepsia que el caso requiere para no morir en el intento.
El
28 de setiembre se conmemoró el Día de Lucha por la Despenalización y
Legalización del Aborto en América latina y el Caribe y hay que señalar que la
región es una de las que más atrasa en esta materia. En nuestro país se
movilizaron durante dos días un sinfín
de organizaciones de mujeres, con
actividades en lo social, en lo sindical, en la diversidad sexual, en derechos
humanos y políticas que integran la Campaña por el Derecho al Aborto, que reclamaron por la discusión parlamentaria
del proyecto que despenaliza la interrupción voluntaria de un embarazo en las
primeras doce semanas de gestación, que está frenado en la Cámara baja a pesar
de haber sido firmado por 60 diputados y diputadas tanto del oficialismo como de la oposición.
Así
como muchas veces señalamos que las leyes de matrimonio igualitario y de
identidad de género estuvieron por delante de la subjetividad social y
empujaron para el logro de una sociedad que poco a poco va aprendiendo a
respetar la diversidad, en el caso de la despenalización del aborto coincidimos
con Estela Díaz, secretaria de Género de la CTA, cuando dice “Todavía falta el
cambio de legislación, pero hemos logrado una amplísima alianza que apoya el
proyecto y el tema ya tiene un enorme consenso social, al punto de que podemos
hablar de una despenalización social del aborto. No sólo se habla del tema,
sino que las mujeres que recurren a un aborto lo hacen de una manera subjetiva
y objetiva distinta que lo que ocurría una década atrás, en un contexto más
comprensivo sobre su derecho a decidir sobre su cuerpo” es decir lo que falta
acá es la decisión legislativa.
En gran parte ese enorme consenso
social y la propia despenalización social del aborto se lo
debemos a la amplia información que llegó a la sociedad y a las mujeres en
particular sobre cómo usar correctamente el
Misoprostol, un medicamento avalado por la Organización Mundial de la
Salud, como la pastilla para abortar por
tus propios medios.
Esta pastilla se ha ido popularizando en
estos últimos años gracias a la
iniciativa allá por 2009 de la agrupación Lesbianas y Feministas por la
Descriminalización del Aborto (L y F) que activaron la Línea Aborto: “ Más
información menos riesgo” en la que recibieron 20 llamadas por día con las que
cubrían su capacidad de atención y
atendieron en total a 10.000 mujeres.
Como dijo la periodista Josefina Licitra del Diario Crítica de la Argentina que
investigó el trabajo de la línea “La aparición de la Línea fue fundamental para
instalar el debate en la agenda pública. Nunca se habló del tema de un modo tan
sostenido en el tiempo, y eso se debe a que la principal herramienta de lucha
–la línea- logró reunir dos elementos clave: la fundamentación teórica sobre el
derecho a decidir sobre el propio cuerpo, y la puesta en práctica de un
mecanismo de información legal, valiente y libre de eufemismos. La línea
telefónica surgió como un grito de batalla necesario que le recordó a la
ciudadanía que las mujeres abortamos. Y que, frente a esa realidad, lo mejor
que puede sucedernos es estar bien informadas respecto de cómo hacerlo”.
Este medicamento cambió los paradigmas de
la discusión sobre el aborto. Ahora las mujeres, en las primeras 12 semanas de
gestación, pueden ejercer sus derechos
sin que los médicos lo obstaculicen. En
este contexto el Congreso se resiste a discutir un proyecto de ley que pide la
legalización del aborto en las primeras 12 semanas. La realidad superó al
proyecto y por eso decimos que en este tema la democracia atrasa.
Rita Awiron
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