SOBRE HÉROES Y TUMBAS
Este cronista, que se reconoce afecto a las
definiciones, puesto a precisar a las
Naciones Unidas sin duda no titubea un instante en calificarla como UN ÓRGANO
MULTIESTATAL MERAMENTE DECLAMATIVO REGIDO POR UN CUERPO EJECUTIVO DE
CONFORMACIÓN HISTÓRICO BELICISTA Y NATURALEZA
IMPEDITIVA. Obviamente que todo aserto que se precie de tal amerita una
exégesis, palabra que proviene del griego y que la podríamos traducir en
beneficio de esta Página 2, como el ejercicio fáctico del análisis critico. En
primer lugar, solo los Estados reconocidos internacionalmente tienen
representación formal ante las Naciones Unidas, status por demás arbitrario que
deja afuera del mundo a aquellos pueblos que por razones históricas y políticas
se ven impedidos de conformar jurídicamente un país. Son decenas las
situaciones mas conocidas que demuestran el mero carácter declamativo de las
resoluciones de la Asamblea General. Valga como ejemplo el pronunciamiento
reiterado y casi unánimemente exigiendo el levantamiento del brutal bloqueo que
hace décadas lesiona a Cuba; el instar hasta el hartazgo al Reino Unido a
discutir en mesa de negociaciones con la República Argentina la soberanía y
descolonización de las Islas Malvinas; las consensuadas resoluciones que afirman y ratifican anualmente que para
resolver la crisis del pueblo palestino es vital la concreción real y efectiva
de la consigna Dos Pueblos – Dos estados; y para que mencionar las cientos de
declaraciones oponiéndose a invasiones e
intervenciones de todo calibre habidas en las últimas décadas, las que
procazmente son desvergonzadamente desoídas por los respectivos invasores e interventores.
Quizás, por todo esto y mucho más, las Asambleas Generales anuales de las
Naciones Unidas son formales, previsibles y casi bucólicas. Pero no escapará a
la aguzada inteligencia del lector de esta columna que toda regla general, por
su intrínseca naturaleza, tiene excepciones.
El 17 de septiembre tuvo lugar la apertura
del 68° Periodo Anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas. A
diferencias de otras ocasiones, en las oficinas y pasillos del imponente edificio
de verdes vidrios y banderas multicolores construido a orillas del East River
en el Midtown de Manhattan, Nueva York; temas críticos como el espionaje
cibernético global de los Estados Unidos, el posible ataque militar a Siria, la
crisis económica sistémica y la probable apertura de Irán hacia occidente,
movían el amperímetro de la tensión internacional, todo lo cual predecía que
esta no iba a ser una asamblea mas, y realmente no lo fue.
Quizás por primera vez en la historia,
predeterminados presidentes de América Latina actuaron coordinadamente en el
seno de las Naciones Unidas en una clara intención de dotar al evento de un
esencial contenido contestatario, dando muestras de una coincidente dirección
ideológica al sumar voluntades en la defensa irrestricta de las soberanías
nacionales y contra toda imposición económica y política por parte de los
países dominantes. No hubo al respecto, medias tintas ni indefiniciones, primó
en cada una de las intervenciones firmeza política y conceptos precisos.
El primer orador que efectuó la apertura de
la Asamblea, el 24 de septiembre, fue la
presidente del Brasil, Dilma Rouseff, quién dirigiéndose directamente a Barak
Obama acuso a los Estados Unidos de violentar leyes internacionales, ser
manifiestamente antidemocrático, violar los derechos humanos y las libertades
civiles. Por la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, denunció el “doble
estándar” y las desigualdades a la hora de tomar decisiones en los países del
Norte. “Si el presidente Obama habla por teléfono con su par iraní es un avance
hacía el dialogo y el entendimiento. Si el gobierno argentino da un paso para
encontrar instancias de diálogo con Irán, en cambio, esta cediendo ante un
Estado terrorista”. Al afirmar que no hay guerras justas, ya que solo la paz es
justa, la primera mandataria, crítico la hipocresía de Washington, quién
amparándose en la presunta lucha contra el terrorismo internacional justifica
incondicionalmente su permanente y continua política belicista. Finalmente,
puso en evidencia el anacronismo del Consejo de Seguridad, donde aún hoy,
después de mas de seis décadas, los vencedores de la Segunda Guerra Mundial
poseen un injusto y desnaturalizante derecho de veto. El presidente de Bolivia,
Evo Morales, enfáticamente planteo ante el pleno de la Asamblea una genuina
crítica al capitalismo. El capitalismo quiere salvar su crisis con las guerras,
afirmó, y acto seguido, preguntó al plenario ¿A quienes benefician las
guerras? ¿En manos de quienes se quedan
los países intervenidos después de los bombardeos? ¿Quiénes gobiernan los
Estados Unidos, los ciudadanos o las empresas que financian las guerras? ¿Cómo
se puede hablar de democracia cuando los servicios de inteligencia espían a
presidentes y a estas propias Naciones Unidas?
Como colorario estaba previsto que el
presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, cerrase las intervenciones de los
mandatarios latinoamericanos, sin embargo al avión que lo traía de su gira por
China le fue negado el paso a través del espacio aéreo de Puerto Rico, país de
vergonzante status de Estado Asociado a los EE.UU. Coincidentemente y pese a
que -según el programa oficial de la Asamblea-, Maduro aparecía en la nomina de
mandatarios que intervendrían durante la sesión del 25 de septiembre, a última
hora su nombre fue quitado sin explicación alguna de la lista de oradores. Toda
una predecible coincidencia.
Lo importante y determinante es que ante el
foro mundial, los presidentes en sus discursos fijaron posiciones unánimes,
plantearon debates estructurales e instalaron temas que seguramente marcaran en
el futuro promisorias agendas.
Surge con claridad que América Latina
intenta decididamente dejar de ser el patio trasero reivindicando el histórico
mandato enmancipatorio de la Patria Grande.
Y finalmente, hablando de definiciones,
exegesis y coincidencias, este cronista tiene la intima convicción que en esta
profunda crisis global del sistema, hoy definitivamente ya existen héroes y
tumbas.
J. R.
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