Emir Sader *La continuidad posneoliberal
America latina no podía funcionar. Fue
creada por los colonizadores para no funcionar, para ser eternamente subalterna
al mundo “civilizado”. Para entregarle sus materias primas y su fuerza de
trabajo superexplotada y honrar a sus señores europeos. América latina fue
colonizada para ser colonia y sentirse colonizada y supeditarse a las
metrópolis y al Imperio.
Aun más, cuando las alternativas parecían
desaparecer, sólo le quedaría a America latina imitar, de forma mecánica, el
modelo único consagrado por el centro del capitalismo. Y así fue por un tiempo.
America latina fue el continente con más gobiernos neoliberales y el de sus
modalidades más radicales.
Una ola devastadora que liquidó, entre
otros, al Estado social chileno y a la autosuficiencia energética de Argentina,
además de dejar al continente como una región intranscendente en el plano
internacional, de bajo perfil, subordinada a las potencias del centro del
sistema, intensificando aun más la desigualdad y miseria entre nosotros.
Pero de repente, el fracaso de los
gobiernos neoliberales generó la elección de una serie de gobiernos que se han
elegido con el compromiso de superar ese modelo y construir sociedades más
justas, menos desiguales, soberanas en el plano internacional.
Fue así como la región se ha vuelto la
única en el mundo con gobiernos antineoliberales que, además, han pasado a
construir procesos de integración regional autónomos respecto de Estados
Unidos. Aun cuando surgió la profunda y prolongada crisis económica –que recién
cumplió cinco años de duración– en los países del centro del capitalismo, esos
países latinoamericanos antineoliberales no han dejado de expandir sus
economías y, sobretodo, de combatir la miseria y la desigualdad.
Entre sus adversarios –en la derecha y en
la ultraizquierda– inicialmente ese fenómeno generó desconcierto. No era
posible que con la recesión mundial –que siempre había arrastrado a todos
nuestros países al estancamiento y retroceso–, países como Argentina, Bolivia,
Brasil, Uruguay, Ecuador y Venezuela resistieran a la crisis.
Después de haber denunciado a esos
gobiernos como propagadores de ilusiones, han tenido que aceptar que nuestra
situación es distinta a la de los países del centro del sistema y de aquéllos,
en la región, cuyos gobiernos mantenían sus orientaciones neoliberales. Ya no
podían decir que las situaciones favorables de nuestros países se debían a un
marco internacional favorable, porque ese marco había cambiado radicalmente.
Hubo quienes cerraron los ojos a los
grandes avances sociales de países del continente más desigual en el mundo,
queriendo descalificar sus políticas, reduciendo las orientaciones de esos
gobiernos a lo que consideran modelos exportadores basados en la devastación de
los recursos naturales. Como resultado, todos los que propugnan esos planteos
han sido rechazados por los pueblos de esos países que los han reducido a
fuerzas sin ningún apoyo popular ni expresión política.
Las aves de rapiña seguían esperando
indicios de problemas que pudieran –aun después de una década del éxito de las
políticas posneoliberales de esos gobiernos– comprobar sus aciagas previsiones.
Se ha formado una coalición internacional entre fuerzas de derecha y de
ultraizquierda para atacar a los gobiernos progresistas de America latina,
porque el éxito de líderes como Hugo Chávez, Lula, Dilma, Néstor y Cristina
Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Mujica, entre otros, hacía
insostenibles sus posiciones.
Bastaba que surjan problemas en alguno de
esos países cualquiera que fuera su razón –incluso las presiones recesivas
continuadas desde el centro del sistema– para que se renovaran los artículos en
la prensa o las previsiones de opositores sin apoyo popular, diciendo que
finalmente se agotaba el modelo alternativo de crecimiento con distribución de
renta de esos gobiernos.
Porque era insostenible para ellos que
Carlos Andrés Perez, Acción Democrática, y Coppei fracasaran, y que Hugo Chávez
funcionara. Que Cardoso hubiera fracasado y Lula funcionara. Que sus queridos
Carlos Menem y De la Rúa hubieran fracasado espectacularmente y que Néstor y
Cristina hayan funcionado. Que Sánchez de Lozada hubiera salido del gobierno
expulsado por el pueblo para refugiarse en EE.UU. y Evo Morales funcione. Que
los gobiernos de derecha, en Uruguay, hayan fracasado y los del Frente Amplio
funcionen. Que lo mismo pase en Ecuador, con el éxito de Rafael Correa.
Ya no son gobiernos efímeros, todos ya se
han reelegido y/o elegido a sus sucesores y siguen teniendo posibilidades de
seguir con sus gobiernos o elegir sus sucesores promoviendo una segunda década
posneoliberal en America latina.
Sin embargo, según la receta neoliberal y
la de la ultraizquierda, esos gobiernos no podían funcionar. Tenían que
fracasar para demostrar la verdad del “pensamiento único” y del Consenso de
Washington. Los gobiernos populares de amplia alianza política no podían consolidarse
y obtener gran y renovado apoyo popular. Porque serían dirigidos por líderes
que habrían “traicionado” la confianza popular. Sin embargo, en la realidad,
los pueblos los han escogido y reafirmado como sus líderes.
Esa situación se ha consolidado de tal
forma que las oposiciones en cada país no encuentran espacio ni liderazgos ni
plataformas alternativas. O callan sobre lo que harían en caso de que
triunfaran, o confiesan que volverían a las fórmulas neoliberales: menos
Estado, duro ajuste fiscal, privatizaciones, política externa de vuelta a la
subordinación a los EE.UU.
Es que los gobiernos posneoliberales han
logrado volverse hegemónicos en cada uno de nuestros países. De ahí su
legitimidad y su capacidad de enfrentamiento de los problemas que tienen por
delante, así como sus formas de renovación para seguir dando continuidad a sus
programas de prioridad de las políticas sociales, de los procesos de
integración regional y del rol del Estado como inductor del crecimiento
económico y garantía de los derechos sociales de todos. Negando a todos los que
creían que America latina no podía resultar.
*
Intelectual brasileño. Autor de El Nuevo Topo. Los caminos de la izquierda
latinoamericana (Siglo XXI).
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