Número aniversario (Marzo 2006)
EL FETICHE DEL “PODER DEL CONOCIMIENTO”
Por Luis Mattini
Lo primero que hay que desmitificar es que
En efecto: el movimiento obrero argentino organizado, con una legislación laboral y conquistas sociales superior a la mayoría de los países europeos de la época, representaba un enorme escollo para la libre circulación del capital.
La voracidad del capital nacional y transnacional, el carácter periférico de nuestro país, la pobreza intelectual de nuestra clase política, impedía que los conflictos sociales se canalizaran por las vías de la democracia representativa, sea por inoperancia de su estructura formal o sea porque cuando el movimiento popular lograba una correlación de fuerzas favorable, era cortado por la intervención de los militares.
En esa serie de frustraciones, surge la generación de los setentas, como parte de ese movimiento libertario mundial iniciado por el 68 francés, simbolizado en la figura del Che Guevara. Pero fundamentalmente alimentada por esa generación que surgió después del golpe de estado de 1955 y que iria a conformar lo que luego se llamaría “nueva izquierda” Y, en nuestro caso, adquirió una inusitada radicalidad en los métodos porque nuestra generación, más que lucidez racional tuvo la intuición que en la Argentina se estaban echando las bases para el capitalismo de Estado en tiempos de guerra. Dicho de otro modo: las clases dominantes incorporaban los conflictos sociales en el ámbito de la llamada guerra fría. Tres intelectuales, desde tres visiones políticas, marcaron la época; John W. Cooke, Silvio Frondizi y Ernesto Guevara. Los tres tenían dos puntos en común: el convencimiento de la inexistencia de una burguesía nacional (los empresarios “nacionales” nunca lograron constituirse como clase) y, en consecuencia, la critica a la democracia representativa como sistema válido de progreso social.
Hoy está fehacientemente demostrado que el sustento ideológico de los militares argentinos fue la fusión del más oscuro catolicismo del pensamiento nacional con el integrismo católico francés y la tesis de guerra antisubversiva, plasmados en
Esto no los disculpa, por el contrario, los militares argentinos pusieron su cuota de particular perversidad al racionalismo de los instructores franceses. Pero los crímenes de las Fuerzas Armadas como ejecutores materiales del Terrorismo de Estado, no debe disimular la responsabilidad activa de, como queda dicho, en primer lugar los Empresarios, nacionales y extranjeros,
Hoy, a treinta años de aquel horror, la lucha en todos los ámbitos ha logrado acorralar a los militares de modo tal que Argentina pasa a ser reconocida en América Latina por estos indiscutidos avances contra
Hoy la Argentina sufre dos flagelos prácticamente desconocidos en su historia: hambre y desempleo. Además la violencia social ha dejado más muertos y desaparecidos sociales que los producidos por la violencia política de los años setenta.
Los ex integrantes de la dictadura militar suelen decir que ellos ganaron la guerra y perdieron la batalla política. Y ello podría ser la mitad de
Además, la honestidad obliga a reconocer que el privilegio no sólo es para los monopolios nacionales y extranjeros, alcanza también a millones de personas que vivimos relativamente bien, y con ciertas perspectivas inmediatas de progreso, sin saber, o sin querer saber, a pesar de tener un cartonero en la puerta de nuestra casa, que este tipo de crecimiento económico no elimina la pobreza, por el contrario, la produce.
Cabe entonces preguntarse: ¿cómo es posible que en treinta años de democracia y estando en el gobierno hoy aquellos militantes sobrevivientes de los setentas, el modelo productivo sea en esencia aquel que impuso la dictadura militar?
¿Traición? ¿Complot? Traidores hay, desde luego, pero no podemos imaginar una sociedad de traidores.
A mi modo de ver, ocurre que mientras se luchaba contra las consecuencias físicas y jurídicas , por así decirlo, del Terrorismo de Estado: por los derechos humanos, el estado de derecho y la conquista de la democracia y contra la impunidad, etc. poniendo a los militares a la defensiva táctica, las clases dominantes desarrollaban una “estrategia”, en el ámbito del pensamiento por medio del sistema educativo, los medios de comunicación y los aparatos ideológicos , para construir un nuevo y más dominante poder que el de la fuerza: El “Poder del Conocimiento”.
El “Poder del Conocimiento”, un sistema de creencias simple, pero más fundamentalista que el de las religiones monoteístas, que ha demostrado la capacidad de coptar las mentes y los corazones más sensibles, mediante un sutil entramado de seminarios, post-grados, becas, capacitaciones, etc, que van formando una nueva aristocracia. La aristocracia de los que “saben”, donde los títulos académicos equivalen a los viejos títulos de nobleza, pero sobre todo donde cada uno de esos saberes parciales, es un fin en sí mismo que autojustifica su existencia.
En ese sentido, la honestidad también nos obliga a salir de ese lugar común de atribuir la fuente de todos los males en la corrupción de los políticos, y recordar que la clase política llamada “progresista”, que es la que hoy gobierna, se nutre de esta nueva nobleza. Porque corrupción es también, por ejemplo, gestionar proyectos de capacitación, embaucando, consciente o inconscientemente a los desocupados en la esperanza de que con los planes de capacitación propiciados por el Banco Mundial, se solucionará el empleo y una mayor equidad social. Así, la educación se reduce a “capacitación”. Y esos proyectos de capacitación, impulsados por el Banco Mundial, producen más daño que la infantería de marina norteamericana, porque dañan el cerebro, de modo tal que impiden ver que están destinados a consolidar el modelo agroexporador.
Las ideas, el pensar, que antes se expresaban en tesis, hoy han sido cambiadas por extensos curriculum, de records de horas de seminarios y eventos donde se adquieren “conocimientos”.
Por eso ahora, ese político progresista, hasta ex revolucionario, devenido funcionario del Estado con poder de decisión, descalificará determinada propuesta porque los reclamantes “no saben”, ni tienen curriculum que sustente la verdad de sus peticiones.
En realidad no es nuevo, ya la democracia helénica se había topado con él. Este Poder niega a los ciudadanos comunes el derecho a la decisión con el argumento de su ignorancia. Este poder confunde adrede conocer con pensar. Y nuestros intelectuales, fascinados por el nuevo fetiche, “El conocimiento”, no son capaces de enfrentar al más ignorante, como decía Ortega y Gasset, de los estamentos sociales, los especialistas.
Así, este “progresismo” pretende “apropiarse” del Poder del Conocimiento y darlo vuelta a favor de la humanidad, sin comprender que por el sólo hecho de ser “Poder”, es inapropiable y antihumano.
Así es como, en el mejor de los casos, se enfrenta al bien llamado “pensamiento único”, con un pensamiento único opuesto. Como si diríamos un pensamiento único “de izquierda” (exportar para los “buenos”. China, Vietnam, Venezuela, etc).
Es el caso de oponer a la globalización capitalista una supuesta globalización socialista. Concepción esta que nos puede llevar a un enfrentamiento de características similares a aquel de la guerra fría: este-oeste, cuya consecuencia más grave fue la pérdida de la autonomía, la subordinación de la lucha local a una “situación general” y la adquisición de ese campeón del maniqueísmo: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”. .
La dificultad consiste en no poder oponer a ese pensamiento único un pensamiento múltiple, porque para ello es necesario dar vuelta como un guante los criterios de análisis que usan las ciencias sociales y bajar de su pedestal las verdades absolutas de las ciencias naturales, para dejar al desnudo la inconsistencia del llamado “Poder del Conocimiento”, que nos lleva continuar la loca carrera tras el “desarrollo”. Y el desarrollo, como se sabe, fue la mayor trampa del siglo XX. Que los memoriosos recuerden la “revolución verde”, la revolución “científico técnica” y sus promesas de liquidar el hambre en el mundo.
Porque los problemas de Argentina no pasan por el desarrollo, no pasan por el crecimiento. Los problemas de Argentina pasan por la distribución de
Sin embargo no todo es este oscurantismo iluminista del siglo XXI.
Por debajo de la superficie, por debajo de la dictadura de la imagen, por detrás del resplandor de la transparencia, se están gestando fuerzas constituyentes de una nueva forma de relaciones sociales.
Porque hay que recordar que esta afirmación del modelo dominante se hizo con sombra de la la resistencia de vastos sectores de la población, con notable fuerza y, por momentos, con grandes dosis de creatividad. –ahí están las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 y la explosión asambleísta posterior– a pesar de avanzar con la sensación de frustración en frustración.
Porque quizás las causas de la sensación de frustración radiquen en la dificultad para visualizar las nuevas formas que adquiere el imaginario colectivo para encontrar un proyecto común que contenga la multiplicidad, la diversidad y sobre todo pueda conducirse en la complejidad de los tiempos actuales.
Reconocemos que no es fácil, en parte porque el modelo –como dije más arriba–, beneficia en términos relativos, también a unos cuantos millones de habitantes, quienes, tomados masivamente, obran de contrapeso.
Porque, repartir la riqueza no consiste sólo en medidas administrativas de distribución. Consiste fundamentalmente producir de otro modo, producir desde adentro y hacia adentro y de modo tal que la producción esté al servicio del hombre concreto y no a la abstracción del mercado mundial.
Huelga añadir que me refiero a todo tipo de producción, en primer lugar la producción de saberes. Y allí radica el nudo “estratégico” de nuestro devenir: Enfrentar a ese Poder del Conocimiento con un nuevo tipo de producción de saberes en una nueva práctica social.
Ello significa pensar desde adentro, desde el ser humano como potencia inmanente, produciendo esos saberes del que sabe lo que quiere porque sabe lo que no quiere. Pensar la ciudad desde el barrio, pensar el país desde la provincia, pensar el mundo desde el país.
Nada más lejos de mi espíritu que el estrecho nacionalismo. No opongo lo nacional a lo transnacional, sino que opongo lo múltiple a lo único, el intercambio entre diferentes de igual jerarquía.
Pensar y producir desde adentro y para adentro significa en este caso, intercambio entre autónomos.
Entonces si todos, hombres y mujeres, barrios, aldeas, provincias, países aprendemos a pensar, a crear subjetividades, a producir saberes desde adentro, podrá generarse un gran “afuera” colectivo que podremos llamar, ahora sí. universalidad, en donde no existe el centro sobre el que actúe el “Poder del Conocimiento”, porque habrá tantos centros como mundos posibles.
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