DE LOS INDIGNADOS ESPAÑOLES

  • No es crisis es estafa
  • Cría ricos y te comerás sus crisis
  • Si no salimos en los periódicos saldremos en los libros de historia
  • Me gustas democracia porque estás como ausente
  • Ya tenemos el sol, ahora la luna
  • El pueblo reflexiona, por eso está en la calle
  • Te oigo quejarte en casa, sal a la calle a que te oigan
  • La única causa de la pobreza es la riqueza
  • Precaución, ciudadanos pensando.
  • Nuestros sueños no caben en vuestras urnas.
  • No somos ilusos somos ilusionistas

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sábado, 19 de abril de 2008

Número Aniversario (marzo 2006)

Pesimismo de la voluntad, optimismo de la razón.

No escribo este título para contrariar aquello que se atribuye a Gramsci de “pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad”, frase de la que solía gustar el entrañable gordo Corbière. Trato de condensar con esta inversión una especie de idea estratégica.

Pesimismo es la palabra que a menudo surge al finalizar algún reportaje a cualquier intelectual preocupado por la realidad actual de nuestro mundo. Así filósofos, literatos, cuentistas políticos o sociales, artistas. No es para menos.

Este mundo no es razonable y su racionalidad no parece conducir al optimismo. No es preciso hacer un inventario de los resultados de este sistema de dominación: matanzas disfrazadas de guerras éticas, hambrunas genocidas, degradación suicida del planeta. Sin reacciones efectivas, ni desde la población ni desde los Estados, menos aun desde los organismos internacionales.

Quizá deberíamos retornar a la idea del “enemigo fundamental”, aun sin tener muy claro quienes serían los secundarios y, peor aun, cuales los “aliados” en los que hacer pié. De allí que mentar el “optimismo de la voluntad” gira bastante en el aire.

Sin embargo se pueden arriesgar algunas precisiones sobre la maquinaria central de la dominación, tales como la industria bélica, el capital financiero y los gobernantes políticos de los Estados Unidos de Norte América.

Si ello es así, entonces, en principio, cualquier acción (aún aislada) que les ofrezca resistencia, si no está de nuestra parte (los dominados), al menos, no lo está de la otra. Por ejemplo, ciertos aspectos de la geopolítica regionalista, porque si bien es cierto que todos los gatos son gatos, no lo es que todos sean pardos. Aquí hay lugar para acciones colectivas voluntarias, el riesgo es concebirlas de modo optimista. Claro que frente a ellas lo vedado sería la indiferencia. En esos lugares caben tareas, aunque sólo sirvan para debilitar al enemigo principal. Ese es el límite del optimismo de la voluntad, pero la necesidad de parar la hecatombe es urgente, inminente, actual, aunque el terreno sea árido, poco fructífero, nada prometedor.

Si la forma de la dominación es, a la vez, bélica, económica y política, entonces la política no es sólo la emanada de las instituciones del Estado. Ni en el grupo dominante ni en el dominado, ya que su resistencia se debe dar en todos los terrenos. De allí que no baste referir la política a los mecanismos clásicos de los partidos, los movimientos o las armas.

¿Es probable en este terreno una acción política diversa – no hablo de la gastada nueva forma de hacer política-? La razón dice que sí, de hecho así ocurre. De allí que la razón pueda ser optimista. Lo que no es fácil es generalizar esa acción (política). Esa generalización es urgente pero no puede ser objeto de una estrategia de corto plazo. He ahí el límite del optimismo de la razón.

¿Cuál es esa acción colectiva probable? La resistencia no sólo consiste en el enfrentamiento (que, por lo demás, es casi imposible o suicida en algunos terrenos de las relaciones de fuerzas) sino en el de su propia lógica de supervivencia constituyente de nuevas relaciones (políticas, económicas, culturales, ideológicas), a las que, por supuesto, no le pueden ser ajenas las demandas a los dominantes.

No está escrito que así suceda, pero es, al menos una opción racional probable. Requiere entonces de la voluntad. Es probable aunque pese a la acción voluntaria el esfuerzo es arduo y largo. Además complejo: relaciones de no-dominación, de solidaridad, de cooperación no se logran con una lógica simple: la experiencia es una base ineludible, pero no basta. No basta el asalto al poder, ni siquiera si por algún sacudimiento esporádico, ello acaezca, ya que la profundidad del cambio requiere generación, desarrollo y generalización de las nuevas relaciones.

En Indoamérica surgen movimientos de rebeldía, de demandas, de cooperación, pero el terreno está delimitado por otras estrategias. Sin embargo tiene resultados visibles en los bordes tangentes de los dominantes y los dominados. Uno de ellos es lo que llamamos “populismo”. Esto que no es de despreciar, tampoco debe, en mi opinión, ilusionar. En todo caso, creo, es conveniente no olvidar lo probable en aras de lo posible. En la relación de fuerzas la táctica es lo posible y la estrategia es lo probable. No en orden cronológico, los movimientos tácticos (voluntad desconfiada) como puntualidades de una estrategia (razón optimista).

Esto, creo, si pensamos en la especie humana, no sólo en las individualidades ni en la particularidad de las clases o las naciones.

Edgardo Logiudice
Diciembre 2005.

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